Corresponsabilidad, cuidados, comunidad, horizontalidad, ecología, feminismo o diversidad son algunos de los conceptos que marcan el trabajo que desempeñan desde IntermediAcción, una asociación que se dedica a la intervención comunitaria y a la mediación social e intercultural con el objetivo de generar territorios «más inclusivos, resilientes y capaces de responder a sus propios desafíos».
La entidad nació en la capital castellanomanchega en el año 2007 y desde entonces ha ampliado su labor a otros territorios de la región. Está formada por un grupo muy diverso de mujeres y hombres en el que se dan cita antropólogas, trabajadores sociales, psicólogos o profesionales formados en Bellas Artes. «Eso creo que hace nuestra fuerza. Nos enriquece muchísimo y nos permite aportar distintas visiones y maneras de sentir a lo que hacemos en cada momento”, resalta uno de sus integrantes, Nicolas Ost.
En los últimos años, también están apostando por la investigación social y la elaboración participativa de diagnósticos y de planes. «De la mano de eso también intentamos activar el desarrollo de la participación y de la sostenibilidad en las políticas públicas dedicadas a la infancia, la educación o la salud, y queremos hacerlo extensivo a otros campos como el turismo o la cultura», añade.
Su estructura organizativa, en la que cuenta con una junta directiva y socios y socias que dan forma a la asociación en sí, responde a los principios que rigen la economía social y solidaria pues no cuentan con «un organigrama jerárquico alguno» para el desarrollo de sus proyectos.
«Es una organización muy democrática que trabaja desde la corresponsabilidad», subraya el representante de IntermediAcción, a la que define como «un espacio de trabajo horizontal» en el que todas las integrantes son «tenidas en cuenta para las decisiones» de la propia entidad, integrada en la Red de Redes de Economía Alternativa y Solidaria (REAS).
Proyectos y retos
Actualmente, IntermediAcción está desarrollando proyectos a medio y largo plazo en cinco territorios de la región: el Polígono de Toledo, Lominchar (Toledo), Hellín, el barrio de los Franciscanos de Albacete y Tobarra. «Estamos en una fase un poco de transición que tiene que ver con la precariedad del sector. En parte funcionamos con subvenciones públicas y estas en el ámbito de lo social siguen teniendo carencias importantes que tienen que ver con su temporalidad», explica Ost sobre la financiación de estos proyectos.
En este sentido, apunta que uno de los retos que se marcan es “la sostenibilidad de la entidad y de los procesos”. “No es fácil poder generar espacios de trabajo sostenibles en nuestro campo y en nuestro caso, nos sentimos responsables de tener proyectos sostenidos en el tiempo”, manifiesta, al tiempo que remarca la intención de ampliar su trabajo comunitario a otros campos como la gestión del turismo, la cultura, el medio ambiente o el patrimonio.
«Lo comunitario por definición es intersectorial y estamos viendo cada vez más claro que las políticas públicas necesitan de intersectorialidad», indica Ost, que destaca el «interés creciente» que hay por la intervención comunitaria y que a nivel metodológico está empezando a «aparecer incluso como un requisito a nivel de políticas y planes europeos».
Conciliación
Una de las claves del funcionamiento diario de esta entidad es la conciliación, un concepto del que tienen «muy internalizada su importancia». «La mayoría somos padres o madres, hermanas o tías, y tenemos muy claro que nuestro objetivo es estar en un espacio de trabajo en el que sentirnos cuidadas y a gusto, personal y profesionalmente», anota Ost sobre la importancia que le dan a la vida personal y familiar y su manera de trabajar en este sentido, una situación a la que han llegado de forma «muy natural». «Siendo las propias dueñas y corresponsables de la entidad es muy fácil».